viernes, 18 de junio de 2010

No hay deuda que no se pague (capítulo 1).

Philadpelhia- Las últimas horas de Pablo Palomo en el país eran un calvario. Estados Unidos se empeñaba en agarrar al joven aún sin título, que veía como su plan de huída tenía un punto débil con el que no contó.

Creía haberlo tenido todo pensado. Según el guión, su guión, abandonaría la casa de Raleigh a las 6 de la mañana. Llegaría a Greensboro como pasajero en el vagón número 34 del tren Amtrak. Una vez allí tomaría un taxi hasta el aeropuerto para abordar el vuelo 4014 con destino a Philadelphia.

Ya en la ciudad natural del príncipe de Bel-Air, sobre las 6:25 pm, tomaría su avión a Madrid y allí se auto concedería la libertad de la que el mismo se despojó hace siete meses, lo que duro su entrenamiento americano. Cuando los gringos quisiesen darse cuenta de que Benítez se había ido sin pagar el último mes de renta, el joven españolito ya estaría sobrevolando algún punto del Atlántico en su regreso a la madre patria.

Benítez tenía varias razones para hacer lo que hizo. No se sentía un estafador, sino un cobrador de deudas. En su complejo residencial lo habían tratado con la punta del pie.

Una vez que firmó el contrato de vivienda, obligado a hacerlo por 8 meses a sabiendas de que se quedaría 7, se olvidaron del chaval que acababa de llegar a la ciudad. Los cantos de sirena sobre la zona y la convivencia fueron pronto, muy pronto, olvidados y la habitación, compañeros y renta real ni siquiera alcanzaban la mitad de las expectativas creadas por los propios caza inquilinos.
Quiso cambiarse de apartamento a los pocos días de haber firmado, pero ya no había marcha atrás, estaba atrapado en la Guarida del Lobo, que así es como se llamaba el complejo residencial.

Pero ese día, el 13 de junio de 2010, Pablo recogió todas sus cosas sigilosamente, dejó las llaves sobre la cómoda y se marchó en el BMW conducido por su parcero David Molano. Se montó en el tren de las 6:50 en la estación de Raleigh, como había planeado y llegó hasta el aeropuerto de Greensoboro, donde empezó el problema.

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